Rufino Mesa | Procesos Creativos

ISLAS

1.
¿Existe realmente Groenlandia para alguien que no sabe nada de esta isla, que quizás la oyó nombrar alguna vez en la televisión, o ni siquiera eso? Posiblemente, no. Como tampoco existe la mitocondria, un pliegue anticlinal en la ladera de una colina o un sinuoso camino ejecutado pacientemente por una legión de hormigas que recogen frutos. Islas lejanas y olvidadas que Rufino Mesa nos acerca y nos descubre en un viaje por mares profundos que nos obliga a afinar la mirada.  Como sostenía Marcel Proust, la verdadera felicidad no consiste en encontrar nuevas tierras, sino en ver con otros ojos. Mirar el mundo con los ojos de un niño para descubrir un lugar absolutamente maravilloso y mágico, sin espació para el aburrimiento, la rutina o la desidia.

2.
Como buscador Rufino abandona muy pronto las plácidas aguas de las enciclopedias del Arte dejando atrás Grecia y Roma. En occidente todo lo anterior al primer milenio antes de Cristo se engloba en la prehistoria, un período de tiempo extraordinariamente largo, que nos recuerda a aquella parte tan extensa del cerebro que según se decía prácticamente no utilizamos, mito que los neurólogos desmintieron hace décadas.

3.
Según mi vieja y voluminosa Salvat (pero a la vez práctica y bonita edición del siglo XX que me acompaña de ciudad en ciudad, de casa en casa), los primeros Homo sapiens realizaron en África artefactos simbólicos hace unos 92.000 años. Hace 35.000 años los humanos modernos se instalaron en la cueva de Altamira, quizás la cueva la habían ocupado —y en parte decorado— los neandertales que ya habitaban el lugar posiblemente desde hacía 65.000 años. La vida apareció en la tierra hará unos 4.200 millones de años, el Big Bang tuvo lugar hace unos 13.800 millones de años, al parecer el momento en el que se produjo la creación conjunta de materia, espacio y tiempo, a partir de lo que se conoce como una singularidad, un punto al que matemáticamente nos podemos acercar más y más, pero sin llegar a él.

Quizás un navegante prudente habría detenido aquí su viaje, pero, como los hombres con un espíritu complejo, Rufino Mesa elije la opción que más va a complicarle la vida, y decide que este lugar en el que el hombre se queda solo, abandonado y desgarrado, en ese instante eterno (José Hierro), es únicamente una base avanzada para su viaje, pero no el destino buscado. Esta es una de las claves de la coherencia de su trabajo, la búsqueda del origen, ese intento abordado desde múltiples perspectivas para explicar siempre lo mismo, quizás como Robert Walser, que en el fondo escribía cada vez el mismo libro (W.G. Sebald). Rufino Mesa explora a partir de este punto lo extraño, lo raro, incluso lo espeluznante… Todo ello tiene que ver con cuestiones metafísicas relacionadas con la existencia y la no existencia, con el dolor y la pérdida, con la muerte. Con la ausencia. ¿Por qué hay algo cuando no debería haber nada? ¿Por qué no hay nada cuando debería haber algo? (Mark Fisher).

4.
Detengámonos un instante en la cueva de Altamira, donde lo bello es todo cuanto puede ser resucitado, arrebatado a lo eterno, salvado de lo eterno, y traído hasta la hermosa fragilidad del presente (José Luis López-Linares), una fragilidad que recorre un inmenso arco temporal hasta llegar a las trincheras de la Primera Guerra Mundial en las que miles de soldados permanecen agazapados durante días esperando a un enemigo invisible, y se mueven entre las sombras. Como nos explica el poeta Wilfred Owen, que murió en la contienda, hay hombres que han sangrado sin tener ni una herida.

Una experiencia catártica para Rufino Mesa, que nos describe una y otra vez, es su atracción por las cuevas —la del Garraf, la de Valls, la cueva de las Gargas, las de Lodosa, las casas-cueva de las salinas de Remolinos o la cueva de Font Major de la Espluga de Francolí— ya que “entrar allí suponía iniciarse en los misterios de la vida y la muerte y también era memorizar todos los pasos anteriores, comprimirlos en un instante”. Ver un reflejo del pasado y su proyección en un improbable futuro. La cueva, la trinchera, la pandemia que regresa una y otra vez. Tanto unos como otros, los que habitaban la cueva de Altamira o los que sufrían y sufren en las trincheras, son iguales a nosotros. Somos nosotros, a pesar de esa palabra que aborrezco —prehistoria— que los deshumaniza y oculta.

5.
El hombre siempre busca un camino propio, a veces lo encuentra, a veces no, pero raramente se queda en el mismo lugar. Si no cambia de sitio, cambia de clima mental, moral, intelectual. Evoluciona. De hecho, en Procesos creativos el viaje siempre es más inspirador que el lugar de llegada. Pero, ¿Qué hay más allá? Un nebuloso mundo lejano y extraño en el que el teorema de Poincaré es un faro que nos ilumina en la noche, como también lo es la canción Fragile de Sting (Perhaps this final act was meant / To clinch a lifetime’s argument que podríamos traducir como: Tal vez este acto final estaba destinado a / cerrar la discusión que dura una vida entera) o Lucionao Pavaroti representando un Calaf colosal que increpa a Turandot después de la escena de los enigmas con el “No, no, principessa altera ti voglio tutto ardente amor”, en la grabación clásica de 1973 dirigida por Zubin Metha. La música de Bach, El perro (Perro semihundido) de Goya, el Bosco, el anuncio publicitario del programa Call to Earth de la CNN, por supuesto Stanley Kubrick (2001: una odisea en el espacio y La naranja mecánica), San Juan de la Cruz, los cuervos negros, el círculo como forma que une el cero y el infinito. El increíble camello de Balj que nos persigue des del recuerdo, sin haberlo visto nunca ni haber estado jamás en Afganistán.

6.
Rufino Mesa descubre el año 1996 La Comella, en el límite norte de la ciudad de Tarragona, muy cerca de la prisión provincial. La casualidad une La Comella, un lugar para leer las nubes y el sol, con la cárcel edificio-ojo, donde el acto de ver se traduce en una arquitectura que reproduce el órgano de la visión de un modo candorosamente literal (Juan Antonio Ramírez). Para el artista, según comenta él mismo, “resultó ser el cometido que tenía que asumir para hacer viable todo lo que había aprendido y experimentado y también para dejar una señal firme en la tierra” a la vez que “un sueño, pero también un compromiso doloroso, un esfuerzo físico considerable que me deja agotado”, manteniendo un compromiso constante con el medio ambiente.

7.
Podría parecer que una cierta irreverencia recorre a veces las páginas de Rufino Mesa, sobre todo porque el autor no necesita fingir ni caer bien para “gustar” i recibir los “likes” que la sociedad actual tanto anhela (Bret Easton Ellis), simplemente escribe lo que desea, sin pedir permiso a nadie, con una agradable incorrección política y sinceridad que a menudo se echa en falta en muchos de los textos que se publican actualmente. Podríamos citar aquí la sabia advertencia de Celine que Julio Cortázar adoraba: «On se croit enculé d’un centimètre et on l’est dejà de plusieurs métres», es decir: uno se cree que le han enculado un centímetro, y ya son varios metros (Miguel Dalmau). Ese temor a permanecer al margen del mainstream y como consecuencia ser absolutamente ignorado, no preocupa a Rufino Mesa. En el mundo actual lo que marca la diferencia es si el mensaje encaja con el mito (con el relato) dominante o no, no el hecho de que encaje con esa cosa tan extraña que conocemos como realidad. Ni que alguien explore aproximaciones novedosas, diferentes o extrañas, realizando amplios meandros que se intercalan con abruptas cascadas que aportan nutrientes y mucho oxígeno.

 

NOTAS

Rufino Mesa reflexiona en Procesos creativos (de donde proceden todas las frases entrecomilladas de este texto) sobre conceptos básicos del Arte: la nada, la creación, la destrucción. Arranca enseguida la trama —expone hábilmente sus argumentos— y la narración avanza gradualmente de forma sencilla y natural, con un tono oscuro y, a veces, una elegancia estética sorprendente: “Hay que mirar atentamente y, en la lectura, también hay que contemplar el espacio umbroso, entre galaxias, las sutiles flexiones entre planetas y las dependencias entre los elementos para observar la sublime belleza del universo”. Las alusiones directas y citas son constantes a lo largo del texto con casi cien referencias en la bibliografía que cierra el volumen, añado ahora alguna más que superando mis prejuicios bibliotecarios y archiveros aportan algo de luz a mi propio deambular errático de explorador intuitivo de islas y archipiélagos.
Dalmau, Miguel. Julio Cortázar. Ed. Edhasa. Barcelona, 2015.
Easton Ellis, Bret. Blanco. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. Ed. Random House. Barcelona, 2020.
Fisher, Mark. Lo raro y lo espeluznante. Traducción de Núria Molines. Ed. Alpha Decay. Barcelona, 2018.
Hierro, José. Tierra sin nosotros. Ed. Universidad Popular José Hierro. Madrid, 2000.
López-Linares, José Luis (guión y dirección). El maestro de Altamira. [Documental]. Morena Films, España, 2015.
Proust, Marcel. A la busca del tiempo perdido III. Traducción de Mauro Armiño. Valdemar. Madrid, 2007.
Transcribo aquí la frase original de Proust por el simple placer de leerla como fue escrita: “Le seul véritable voyage, le seul bain de Jouvence, ce ne serait pas d’aller vers de nouveaux paysages, mais d’avoir d’autres yeux, de voir l’univers avec les yeux d’un autre, de cent autres, de voir les cent univers que chacun d’eux voit, que chacun d’eux est” (en la edición de la editorial Le Livre de Poche, París, 2008).
Owen, Wilfred. Poemas de guerra. Traducción de Gabriel Insausti. Ed. Acantilado. Barcelona, 2011.
Ramírez, Juan Antonio. Edificios-cuerpo. Ed. Siruela. Madrid, 2003.
Sebald, W.G. El paseante solitario. En recuerdo de Robert Walser. Traducción de Miguel Sáenz. Ed. Siruela. Madrid, 2007.

Màrius Domingo
Tarragona (primavera de 2020)
Prades y Camarles (setembre de 2020)

[Rufino Mesa | Procesos Creativos][Ediciones de La Comella. Tarragona, 2021][464 pàgines]

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